El concepto de la propaganda oscura – Jorge David Cortés

Como mencionó Jorge David Cortés Moreno en una publicación anterior, se pretende reclasificar la propaganda a partir de la búsqueda de nuevos objetivos concretos en la lucha política y social; por ello, la propaganda negra se enfoca en ganarle —a como dé lugar— a un competidor en cierto plazo, bajo condiciones de contienda más o menos identificadas y, sobre todo, con la pretensión de obtener la victoria sin eliminar al contrincante, situación totalmente diferente de la propaganda oscura, en la que sí se busca la erradicación del adversario, siendo ésta la mayor diferencia entre una y otra clase de propaganda.

La justificación esencial de la propaganda oscura es la eliminación del enemigo político más allá de la contienda electoral; por supuesto se diferencia del homicidio en que éste es la provocación de la muerte física de una persona, mientras que la propaganda oscura se enfoca en la destrucción de la vida política, social y, en algunos casos, familiar del enemigo; se busca destruirle sin matarlo físicamente, dejándole la decisión de suicidarse o no.

La propaganda oscura trabaja con los mismos elementos de la propaganda negra pero busca la maximización del daño, más allá de los tiempos de cualquier cam-paña política y de cualquier proceso electoral. Su interés central está en destruir a la persona, organización o partido político en cuestión, por lo que el plazo para ello va más allá de las semanas que los distintos organismos electorales —federal y estatales— autorizan para la promoción de los candidatos inscritos en dichas con-tiendas. Por esta razón, la sociedad en general no es capaz de distinguir una acción de propaganda negra de una oscura, ya que pueden correr ambas en paralelo, o bien, dar por cumplidos los propósitos de la primera a la vez que se incrementa el gasto y el impulso de la segunda.

La propaganda oscura puede llevar años de labor, mientras que la propaganda negra trabaja con ciclos muy puntuales, casi siempre determinados por el calendario electoral de los estados y la federación. La propaganda oscura generalmente opera en plazos determinados por el fin en sí —la aniquilación del objetivo— por lo que no hay autoridad electoral que pueda siquiera intentar regular una actividad con las características que se mencionan. Por lo tanto, el término “oscuro”, aplicado a esta modalidad de propaganda, se ha considerado pertinente, en función de las siguientes características estructurales y funcionales:

Es oscura porque trabaja con la luz y la sombra; es decir, que la estrategia general de tal propaganda decide qué acciones operar ante los reflectores de la opinión pública y cuáles implementar en la opacidad, en el traspatio de la sociedad. Por ejemplo, una típica acción de propaganda oscura enfocada en un político específico consiste en prepararle una investigación de sus bienes y encontrarle propiedades que no declaró —pero que todo mundo conoce— a la vez que se decreta, desde la oficina del presidente o gobernador correspondiente, que no sea aceptado en cargo alguno (por minúsculo que sea) durante el lapso que le quede a su gestión, situación aderezada con una declaración en todos los medios de comunicación re-levantes acerca de que “el ejecutivo (federal o estatal) no castiga ni premia a nadie; para ello están los organismos competentes”.

Es oscura porque no trabaja a los ritmos de una campaña política (aunque puede hacerlo); la venganza contra un político no siempre opera en función de los comicios para una presidencia municipal, para una elección de diputado federal, para gobernador, para la Presidencia de la República. Los trabajos de la propaganda oscura carecen de cualquier calendario, por lo que pueden ser iniciados apenas se cocinen los primeros elementos de una estrategia de exterminio: los porqués y cómos, que se estudiarán con mayor abundamiento más adelante.

Baste entender por el momento que el ritmo de la propaganda oscura depende  de tres factores básicos: la condición de fortaleza o indefensión que posea el  personaje objetivo en un momento dado; los recursos de los que se disponga para iniciar los trabajos correspondientes y la habilidad del estratega para desarrollar las acciones pertinentes aun en condiciones políticas y/o sociales que pudieran ser desventajosas o, al menos, no idóneas para echar a andar la maquinaria indicada.

Generalmente, la propaganda oscura depende del último factor más que de los dos primeros.

Jorge David Cortés Moreno Acerca de: Jorge David Cortés Moreno
Académico, consultor experto en comunicación política.

Comentarios recientes